Una carta breve, mejor que una ausente.
Esta semana estoy de vacaciones. No del todo, porque siempre hay cosas que hacer y tareas que cumplir, pero se puede decir que me voy a tomar unos días de pausa del trabajo habitual. Motivo por el que estuve dudando seriamente si enviar o no la Newsletter correspondiente o dejar un hueco vacío en vuestro buzón digital.
Al final he optado por algo intermedio. Una carta breve para mantener el contacto antes que una ausencia injustificada. Aunque las fechas os habrían dado una pista de por qué no llegaba misiva este sábado, al no haberlo anunciado previamente he preferido lanzar otro de mis globos sonda en forma de reflexión.
Descansar como forma de reiniciar.
Si un ordenador, una tablet o un móvil necesitan de vez en cuando que los apaguemos del todo para poder enfriar sus circuitos y descongestionar sus procesadores de tanto calculo que les metemos. Nosotros, que somos humanos, necesitamos esa parada técnica con mucho mas sentido si cabe.
Reiniciar siempre es bueno, tanto para arrancar el sistema sin trabas ni programas ejecutándose en segundo plano, como para oxigenar nuestra cabeza del trajín de la rutina diaria. Y pocas cosas ayudan tanto a lograr eso como descansar de hacer lo habitual para pasar a hacer algo inusual.
Siempre que tengáis un bloqueo en vuestro equipo os recomiendo que lo apaguéis del todo, sin estar enchufado a la corriente, sin que fluya casi energía por vuestras venas y dejando que el mundo gire a su antojo como un carrusel. A veces es bueno mirar como otros dan vueltas y vueltas mientras nosotros nos mantenemos inmóviles.
Lo básico y sencillo suele ser lo mejor.
Si Apple triunfo cuando lanzó el iPhone fue porque hizo sencillo algo que no lo era tanto. Los entonces llamados “smartphones” (teléfonos inteligentes para los de aquí) no eran tan listos como se hacían llamar y exigían una curva de aprendizaje interesante para llegar a controlarlos bien. Eso cambio cuando nos mostraron que un móvil podía manejarse con un dedo y hacernos parecer inteligentes sin serlo del todo.
Por lo general lo básico, lo sencillo y simple de entender, suele ser lo mejor para implementarlo en nuestro día a día. La tecnología de los años 80 sabía bastante de eso porque como todos estábamos empezando con ella se presentaba accesible para el gran público. Luego las cosas se complicaron y mejoraron en los 90 y los primeros 2000. Pero poco a poco esa curva de aprendizaje se esta suavizando para que todos podamos acceder a la informática de una forma intuitiva y natural.
Con esto quiero decir que, al igual que simplificar las interfaces de los productos para que todo el mundo pudiera entenderlos y usarlos triunfó en el mundo tecnológico. Nosotros en nuestra vida también deberíamos dirigirnos hacia esa sencillez y simplicidad, desechando (en la medida de lo posible) las cosas complejas que nos lastran y nos complican la vida.
Haz lo que puedas.
Ya se que esto no siempre es fácil o posible, pero solo con que dejáramos de comernos la cabeza con las cosas que no están en nuestra mano, que no podemos cambiar, o a las que no tiene sentido darle mas vueltas porque son como son, ganaríamos muchísima paz mental.
Quizás el secreto sea hacer lo que podamos, no lo que debamos. Muchas veces estamos tan enfrascados intentando dar lo máximo y hacer absolutamente todo lo posible, que nos olvidamos que no somos máquinas. No pasa nada si no acabamos todo hoy, el mundo seguirá girando aunque nos bajemos del tiovivo.
Las vacaciones, los tiempos muertos y los descansos pueden ayudarnos a simplificar nuestra vida. Apagar el sistema siempre ayuda a reiniciar desde 0.
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