Renovarse o morir
O por qué tener una mente inquieta a cualquier edad es sinónimo de progreso.
No hay que perder el espíritu inquieto.
Según vas quemando etapas en la vida te das cuenta de que lo que considerabas importante ha ido variando con el tiempo. Las prioridades cambian, al igual que cambiamos nosotros y nuestro entorno. En la adolescencia te enfocas más en el yo, el ahora y lo actual o “moderno”. En la madurez te centras en conseguir cosas y adquirir un estatus, ahí ya importa menos estar a la última pero tampoco te quieres quedar atrás. Y según te vas haciendo realmente mayor (en edad), comienzas a acomodarte porque lo que mas te interesa es mantener lo que has logrado hasta entonces.
Es aquí cuando llegan los problemas. Suele ser muy frecuente dejar de lado la curiosidad por lo nuevo, lo actual y moderno, para sustituirla por la comodidad en lo conocido. Corres riesgos es algo casi inherente a la juventud, por eso de la inexperiencia en la vida y porque resulta hasta divertido buscar los límites de uno mismo y del mundo que nos rodea. Pero ese chute de adrenalina que nos produce el vivir cerca del peligro cuando somos jóvenes, desaparece a medida que vamos asumiendo responsabilidades.
No hay una edad concreta para aprender.
Pasa algo parecido con la formación. Tenemos muy asumido que hay unas décadas concretas en la vida, que son las pre establecidas para adquirir formación. A poco de nacer ya entramos en el sistema educativo. En el transcurso de los primeros 25 años de nuestra vida pasaremos por cursos escolares y universitarios donde recibimos toda la formación necesaria para poder trabajar. Y parece que ahí queda la cosa.
Pero la verdad es que no hay una edad concreta para seguir aprendiendo. Al igual que debemos seguir recibiendo formación durante nuestra carrera profesional, para no quedarnos atrás y mantener el pulso del mundo de cara a ser competitivos. También debemos mantenernos despiertos y actualizarnos a lo largo de toda nuestra vida. Eso conlleva aprender cada día y mirar de reojo lo que ocurre en otros campos y sectores ajenos a nuestra actividad. Supone un gran esfuerzo mental porque nos va a obligar a salir de nuestra zona de confort, esa repleta de nuestros logros.
Todos somos digitales.
Lo queramos o no estamos metidos de lleno en el siglo 21. Ya llevamos mas de 25 años conviviendo con internet en los hogares, al menos yo recuerdo navegar por la red a finales de los 90, y todo el mundo ha tenido que dar el salto a lo digital en las últimas décadas. Eso sin duda ha sido un gran aliciente para que la gente no se quede obsoleta, o mejor dicho no sea analfabeta digitalmente hablando.
Sin embargo el mundo actual evoluciona muchísimo más rápido que antes y ahora es casi imposible mantenerse al día. Podemos arañar la superficie leyendo artículos, viendo las noticias o escuchando podcast sobre las novedades tecnológicas, pero nunca podremos estar actualizados respecto a lo que va a cambiar el mundo.
Los grandes cambios nos van a impactar y nos arrollarán sin concesiones lo queramos o no. La inteligencia artificial es una de estas revoluciones para las que nadie esta del todo preparado, esta sobre pasando los límites de nuestra imaginación y va a hacer realidad sueños de ciencia ficción. Pero quizás por eso es mas vital que nuca que no bajemos la guardia, que sepamos y entendamos qué son las criptomonedas, o qué es capaz de hacer la IA por nosotros. Y sin irnos tan lejos también resulta vital conocer las nuevas redes sociales y saber desenvolverse en ellas con soltura, o manejar con fluidez móviles, tablets, portátiles o relojes inteligentes.
Todo esto forma parte de un mundo al que no podemos escapar y del que tampoco deberíamos querer hacerlo. Cuanto mas fáciles son ahora muchas cosas respecto a los 80 y los 90. Cuanto hemos ganado en calidad de vida gracias a la tecnología. Si queremos seguir disfrutando de lo que hemos logrado estamos obligados a renovarnos. Es una cuestión de mera supervivencia, porque sino estaremos enterrándonos en vida.
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