Analógicos y felices.
¿No se si recordáis cómo eran los años 80?. En España fue una década convulsa en muchos aspectos. Estrenábamos libertad en las calles, y los medios de comunicación se hicieron eco de ese espíritu para contagiarnos con programas y series bastante naif. Teníamos una televisión plagada de series para toda la familia donde nunca moría nadie (qué recuerdos aquellas peleas inocuas de El Equipo-A o El Coche fantástico) y en general los niños y jóvenes crecimos en un ambiente bastante distendido.
No había tecnología en la ecuación y eso suponía tener acceso limitado al entretenimiento, pero a cambio tampoco recibíamos impactos diarios de violencia o sexo. Aunque de eso también había en los 80, no era público ni de fácil acceso para las nuevas generaciones. Vivíamos felices y bastante despreocupados sobre los problemas de los mayores. Por supuesto los 80 fueron unos años muy duros que sacudieron muchos cimientos, pero como digo se respiraba un buen rollo en el ambiente muy de agradecer.
La oscuridad e inconformismo de los 90.
El paso a los 90 llegó con un cambio en el modelo de comunicación. La televisión por cable y sus mil y un canales empezaron a marcar diferencias respecto a la década anterior. Muchas mas opciones con todo a la carta para todo el mundo. Si en los 80 había unas horas del día reservadas en la televisión para los niños y otras para los adultos, en los 90 estábamos todos juntos y revueltos. De repente en un mismo saco teníamos a niños, jóvenes y adultos viendo la tele a cualquier hora y saltando de un canal a otro sin mucho control.
A esto hay que sumarle corrientes musicales como el grunge, que llegaron para poner de manifiesto el desencanto de la juventud con el status quo. Los 90 fueron unos años algo oscuros y con un gran nivel de desencanto para muchos sectores demográficos. Lo de estar de buen humor empezaba a escasear en los medios. Era el preludio de lo que estaba por llegar.
Los 2000 y la llegada de internet.
La primera década del nuevo siglo estuvo marcada por la irrupción de internet en nuestras casas. Unos años en los que aprendimos a escribir mensajes de texto a desconocidos (con el Messenger de Microsoft), en los que nacieron las redes sociales (esas páginas web para conocer gente y saber de viejos conocidos), y donde surgió un gran ambiente muy positivo, propio de cuando descubres algo nuevo y excitante.
Cada día que navegabas por la red descubrías algo especial que te motivaba y generaba nuevas expectativas. Fueron años para explorar nuevos mundos, para aprender a movernos en un universo diferente, el de la tecnología.
Sin embargo poco a poco fueron surgiendo problemas a medida que abusábamos del uso de las redes y las llevábamos al límite de su toxicidad.
Instalados en una cultura peligrosa.
Así es como hemos llegado a un momento en el que compartir algo personal en las redes es ponerse una diana para que aparezcan amargados a intentar llevarnos a su terreno. Vivimos una cultura muy dañina y negativa, en lo que a relaciones sociales digitales se refiere, y por desgracia eso empapa el carácter de quienes practican el mal rollo en el mundo offline.
Muchas veces no somos conscientes del mal café que tiene la gente hasta que tomamos algo de perspectiva. Eso es lo que me ha pasado al ver un claro ejemplo de buen rollo en la televisión. Esta misma semana he terminado de ver la serie Ted Lasso, que estrenó AppleTV+ hace 3 años. Se trata de una ficción sobre cómo un entrenador de futbol puede influir en los jugadores de su equipo y cambiar su actitud frente a la vida, y por consiguiente también en el terreno de juego.
El personaje protagonista, Ted Lasso, es un hombre de mediana edad con una sensibilidad especial para los detalles, que desprende cariño, simpatía, buen humor y agradecimiento allá por donde pisa. Esa actitud tan radicalmente positiva, casi infantil, y su simplista enfoque de los problemas resultan tan impactantes hoy en día como anacrónicos. Es casi imposible no querer a alguien así, tanto que cuando lo ves en la pantalla desearías que hubiera mucha mas gente como él en nuestro mundo real. Si tuviera que elegir una ficción en la que vivir sería la de esta serie, donde a los problemas se sale con la ayuda del perdón, el cariño y la comprensión.
De esta serie saco algunas lecturas para mi día a día.
Todo el mundo quiere oír unas palabras positivas y sentir una palmadita de ánimo en la espalda. Da igual con quién hables, se siempre amable.
Quienes vienen a aportar buen rollo a la conversación generan buen rollo a su alrededor. La dialéctica es una actitud frente a la vida.
No pasa nada por estar mal, todos pasamos por problemas y necesitamos ayuda para superarlos. Es importante coger perspectiva para ver el bosque, y no solo los arboles.
El perdón es la mejor medicina. Nos sana a nosotros evitando que nos amarguemos, y sana a los demás al liberarles para que cambien.
Ver todo esto (y mucho más) reflejado en una serie cotidiana, sin pretensiones ni aires de grandeza, me ha devuelto un poco la fe en la humanidad. Si alguien ha pensado esos diálogos, si ha habido personas que los han hecho reales con su interpretación, si a la gente le ha enamorado esta serie. Es que el mensaje es el correcto y la gente quiere más buen rollo en su vida.
Si te ha gustado esta Newsletter y crees que a alguien más le podría interesar, aquí tienes una forma de compartirla.