Pasado.
Si echamos la vista atrás a la antigüedad, da igual si revisamos la Edad de Piedra, la Edad Media o incluso hasta mediados del siglo XX. No tenemos problema en entender que entonces las cosas eran diferentes. Quizás porque en ese momento no habíamos nacido y nosotros no fuimos parte de aquel mundo. Pertenece a un pasado en el que nosotros no podíamos haber cambiado nada, y por eso es más fácil ser indulgentes con nuestros ancestros.
Podíamos ampararnos en que la sociedad no había logrado evolucionar lo suficiente como para entender que las mujeres son iguales en derechos a los hombres, que cualquier ser humano merece el mismo respeto, independientemente de su credo o su orientación sexual, o que todos los animales deben ser protegidos y que hay que desterrar por completo su tortura como medio de entretenimiento.
A estas conclusiones hemos llegado por medio de la evolución. Al igual que ha evolucionado la tecnología, el transporte o las comunicaciones, también ha evolucionado nuestra sensibilidad colectiva. Aunque aún nos queda mucho trecho por recorrer, vamos por el buen camino.
Presente.
Sin embargo hoy en día es sencillo herir sensibilidades cuando visitamos el pasado que nosotros vivimos, ese en el que crecimos rodeados de viejos clicles y estereotipos caducos. Aquel en el que las cosas eran como siempre habían sido y que aceptaba por bueno lo que era malo. Un pasado que es parte de nuestra historia nos guste o no, porque entonces ya vivíamos.
La nostalgia muchas veces nos juega malas pasadas y nos hace pensar en el pasado con dulces recuerdos, como si eso borrara de un plumazo los fallos que teníamos en aquella sociedad. Algo que gracias a la tecnología podemos recordar tal y como era, basta un paseo por YouTube para encontrar algunas “perlas” del humor que se gastaba la sociedad con la desgracia humana.
El problema de revisitar el pasado con los ojos del presente es que siempre seremos demasiado duros con nosotros mismos. Que algo que entonces nos hacía gracia, hoy nos haga sentir vergüenza, es fruto del sesgo ético de nuestro tiempo. Eso no justifica el pasado, pero le da contexto, algo que me parece vital para entender por qué hacíamos lo que hacíamos.
Para poder juzgar el pasado es necesario cambiar nuestra perspectiva, ponernos en la piel de aquellas personas y sus circunstancias. No para justificar sus actos, sino para entender sus motivaciones. Un ejercicio similar al que hacemos para intentar comprender las aberraciones de la antigüedad cuando estudiamos la historia. Si no, corremos el riesgo de creernos mejores que nuestra versión del pasado, cuando en realidad solo somos distintos.
Futuro.
Lo que hoy nos parece una aberración del ayer, mañana nos parecerá una aberración del hoy. Porque seguimos evolucionando y ganando terreno en derechos y libertades. Eso también significa cambiar nuestro juicio de valor, así que probablemente lo que ahora consideramos justo, mañana puede que nos parezca injusto. Es lo que tiene avanzar, que te obliga a moverte de tu sitio hacia la dirección correcta. Como sociedad estamos avanzando, mal que les pese a los extremistas y a la gente que quiere polarizar la conversación.
Siempre que pienso en el pasado, da igual la época de la historia, apunto a la tecnología que había entonces y cómo evolucionamos gracias a ella, de esta forma enfoco hacia lo positivo que podemos albergar. La discriminación que sufrían las minorías ayer, se combate con las redes sociales que tenemos hoy. También estoy seguro que cuando, dentro de 20 años, hagamos balance de este presente, seremos muy injustos con el papel que tuvieron las redes sociales en nuestra sociedad, solo nos acordaremos de las cosas negativas, y no de lo que aportaban.
Algo que también tengo claro es que los problemas con los que lidiamos hoy se combatirán con las plataformas que crearemos mañana. Porque la tecnología esta llamada a liderar los cambios y los retos que tenemos por delante. Eso no quita para que mañana sigamos juzgando con cierto sesgo el presente, debido a la falta de empatía. Pero en el computo general la tecnología nos aporta herramientas para mejorar nuestra perspectiva.
Afortunadamente hemos ganado mucho con los años y ahora somos una sociedad mucho más inclusiva, lo que la hace mucho mas justa con quienes no siguen los cánones clásicos. Es cuestión de tiempo que aprendamos a usar la tecnología para mejorar como sociedad. Vamos lento pero seguro, lo importante siempre es no retroceder.
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