Cultura de barrio.
El comercio es algo con lo que hemos convivido prácticamente desde que el hombre es hombre. El progreso en el comercio ha sido siempre uno de los ejes que ha impulsado la evolución de la humanidad. Cómo transportar las mercancías, cómo negociar con ellas, o las luchas por acaparar las grandes riquezas han sido motores para lo bueno y para lo malo.
La revolución industrial y el modelo capitalista metieron al mundo occidental en una rueda de la que probablemente nunca podremos salir. En el comercio hay un componente intrínseco a la naturaleza humana que hemos asimilado como parte de nuestro ADN. Sin embargo lo que sí que ha cambiado -y parece que va a seguir cambiando- es la forma en la que compramos y vendemos.
Al principio el comercio estaba limitado a los barrios. En décadas pasadas había que desplazarse hasta las tiendas cercanas de nuestro barrio, o como mucho movernos hasta el centro de la ciudad, para comprar todo aquello que necesitábamos. Fueron años en los que conocíamos el nombre y apellido del tendero, de la dependienta y del comerciante que nos atendía. Negocios tradicionales donde te fiaban la compra si no llevabas suficiente dinero encima, o si querías probar esa prenda en casa antes de comprarla. A fin de cuentas todos éramos del barrio y nos veíamos casi a diario.
Había mucha mas cercanía en el trato y vivíamos en una sociedad donde las relaciones valían mas que los negocios. Que sí, que los comerciantes siempre han querido ganar dinero, pero ninguno buscaba hacerse rico. El fin último era prosperar honradamente en una cultura de cohesión social que por desgracia queda ya muy lejos.
Gran apertura del Centro Comercial !
El siguiente paso se dió en los año 80, cuando llegaron las grandes superficies, esos enormes centros comerciales que muchas veces se iban a los extra radios de las ciudades. Desde ahí se podía comprar cualquier cosa sin necesidad que recorrer todo el barrio, o buscar de tienda en tienda por media ciudad aquello que no encontrábamos. Parkings gigantes y repletos de coches, compras enormes para llenar la nevera todo el mes. Grandes desembolsos que dejaban muy poco espacio para gastos extra en la tienda del barrio.
Una revolución que amenazaba al tendero de toda la vida porque le relegaba a un segundo plano y le impedía competir en igualdad de condiciones. Cierto es que a cambio teníamos que sacrificar ese contacto humano, ese trato directo y personal entre dos conocidos que intercambian no solo dinero, si no una relación de amistad creada a través de años de visitas a los negocios de tu zona. Pero a cambio ganábamos tiempo y dinero al condensar todo en un mismo lugar que supuestamente nos ofrecía todo mas barato.
Tiempo y dinero frente a confianza y amistad, así de simple fue la batalla. Por supuesto ganó lo primero y los tenderos se vieron abocados casi a la desaparición de su forma de vida. Este sistema duró casi 30 años como modelo de negocio imperante. Nada parecía capaz de cambiar las cosas de forma tan radical como lo había hecho el centro comercial frente al comerciante del barrio.
Las tiendas online lo tienen todo.
La actual revolución en la que estamos llegó cuando internet se popularizó y se convirtió en una herramienta de uso diario. No fue algo que pasara de la noche a la mañana, si no de forma progresiva. Primero metimos ordenadores en casa, luego llegaron las primeras conexiones a internet, después aparecieron tiendas online con productos que era imposible localizar y comprar en tiendas físicas. El proceso llevó mas de 1 década, pero estaba claro que era imparable.
A medida que todo lo digital evolucionaba y mejoraba, las tiendas y los centros comerciales permanecieron inmóviles. Ese grave error lo están pagando ahora. No supieron ver (o no quisieron) que internet iba a cambiarlo todo, y eso incluía los tediosos desplazamientos al centro comercial. Lo de ir a echar la tarde de compras a uno de estos mega centros suponía un largo recorrido en coche, otro largo recorrido de pasillo en pasillo, y el cansancio de pagar, meterlo todo en el carro y volver hecho polvo a casa en coche. Muchísimo tiempo y esfuerzo que internet reducía a su mínima expresión y que además nos brinda millones de artículos que los centros comerciales no pueden ni soñar con albergar. De nuevo una lucha desigual.
Si en su día la gente sacrificó el trato personal por un mejor precio y la comodidad de ahorrar tiempo, ahora con internet era mucho mas sencillo volver a hacer lo mismo, ya que ni siquiera había una relación de amistad con la gente que nos atendía en los centros comerciales. Nada impedía saltar de una tienda física a un comercio online, menos aún cuando lo digital era mas barato y rápido. A fin de cuentas esos fueron los motivos que nos llevaron de la tienda de al lado hasta el centro comercial, tenía lógica hacer lo mismo para comprar online lo que tardaríamos horas en comprar en el hipermercado.
El pequeño comercio frente al gigante digital.
Ahora hemos llegado a un punto en el que ya no solo queremos el producto mas barato y la compra mas rápida. Ahora que lo tenemos todo al alcance de la mano también queremos ese trato directo, esa atención post venta. Y eso solo se da en las tiendas físicas, motivo por el que algunos negocios tradicionales vuelven a florecer en determinados contextos. No es una vuelta a los orígenes, si no mas bien la convivencia de una realidad dual.
Estamos en ese momento en el que una tienda de barrio también tiene su espacio dentro de Amazon para sumar ventas. Donde cada pequeña empresa tiene su web, porque si no está localizable por internet es que no existe. Como pasa con los restaurantes, que nos traen la comida a casa desde la App de Glovo o JustEat. La visibilidad es vital para la supervivencia y limitar nuestra presencia solo al plano físico nos hace menos competitivos frente al resto. Los pequeños negocios tienen que jugar con las armas del siglo 21 si quieren hacer frente a las grandes empresas.
Ahora que se quiere potenciar un modelo de ciudad donde todo lo vital esté a menos de 15 minutos andando desde nuestra casa, disponer de negocios con nombre y apellido es mas rompedor que nunca. Queremos personas y no máquinas al otro lado del mostrador. Ese modelo de negocio, mas sostenible y personal, sería perfecto para potenciar los negocios locales y la economía circular. Solo es cuestión de apoyarlo y sostenerlo con pequeños actos tan reivindicativos como ir a hacer la compra a la tienda del barrio.
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