Modelos y deportistas.
La alta competición lleva décadas flirteando con otras disciplinas que poco o nada tienen que ver con el deporte. Esto no es nuevo, ya hace mucho tiempo que algunos deportistas de élite pasan a ser personalidades fuera del terreno de juego antes incluso de acabar sus carreras. En ciertos casos es un paso natural, acabar una corta trayectoria (si la comparamos con la vida laboral de un trabajador cualquiera) y empezar a desfilar por una suerte de pasarela mediática.
Aprovechar el tirón que te da la fama de tu disciplina y tu aura de figura de éxito, para granjearte nuevos ingresos en un mundo ajeno al que vienes. Es una jugada inteligente que tampoco está al alcance de todos, pero que quienes pueden la ejecutan sin miramientos.
Lo que si es nuevo es la figura de modelo/deportista, donde al adjetivo modelo va por delante de deportista. Estamos en la era de la apariencia, donde muchas veces cómo te vean es mas importante que lo que hagas. No tengo nada en contra de los modelos de profesión, son personas que aprovechan sus dones naturales y trabajan las cualidades que les faltan para destacar frente al resto. Tampoco tengo nada en contra de los deportistas que expanden su carrera hacia otros campos para aumentar sus sueldos. Esta Newsletter no va de eso, si no del cambio de valores que tenemos en nuestra sociedad y de lo que aspiran a ser nuestros jóvenes en el futuro.
De mayor quiero ser…
La típica pregunta que todos nos hemos hecho de pequeños y que los mayores nos acaban haciendo en el camino para serlo. Algo que por lo general no sabemos ni cuando nos hacemos mayores y que en realidad vamos descubriendo a medida que pasan las décadas.
La respuesta sin embargo ha cambiado drásticamente desde que la tecnología la llevamos en el bolsillo y se ha erigido como el compañero inseparable de nuestros niños y adolescentes. El rol model actual dista radicalmente del que teníamos en los año 70 y 80, donde los deportistas que nos impresionaban lo hacían por sus dotes en el campo, ya fuera de futbol, baloncesto, pilotando o ganando partidos en cualquier competición.
No hace falta que os cuente quienes inspiran a nuestras nuevas generaciones. Por supuesto generalizar siempre es un error y habrá quién quiera ser el próximo Nando López o Eloy Moreno (dos excelentes y exitosos escritores) en vez del próximo Cristiano Ronaldo o Messi, sin embargo si hiciéramos una encuesta masiva, sobra decir quienes ganarían, y no tanto por los éxitos que acumulan si no por su estilo de vida e ingresos.
Tampoco es justo meter en el mismo saco a todos los deportistas de élite. Algunos como Pau Gasol o Rafa Nadal han demostrado que la calidad humana y de valores puede superar incluso la deportiva, pese a ser modelos publicitarios como otros grandes jugadores. Prueba inequívoca de que es posible moverse entre ambos mundo y salir airoso. Pero incluso en esos casos a lo que nos enfrentamos es a lo mismo: el deporte como moda, el deporte como medio para llegar a otro lugar, uno aspiracional.
Cultura del esfuerzo Vs. cultura de gratificación.
Es un tema recurrente en mi discurso por estos lares, pero es que me resulta algo chocante que considero necesario destacar. A veces hay que poner negro sobre blanco para dejar constancia de lo que funciona y lo que no, en esta sociedad de la información y la tecnología en la que vivimos. La cultura del esfuerzo no mola, no es cool, no atrae. La cultura de la gratificación por el contrario es cómoda, sencilla, accesible y por lo tanto atrayente.
El deporte de élite es de las profesiones que mas disciplina y constancia requiere. Entrenar 8 o 10 horas al día, educar a nuestro cuerpo y domarlo para hacer de las tentaciones algo indeseable, trabajar nuestra mente para que esté alineada con nuestros objetivos, todo esto forma parte del mantra de un deportista de élite. Sin embargo la imagen que se transmite del deportista de élite va muchas veces ligada al glamour de la fama y a los excesos del dinero.
La moda de querer ser deportista viene en cierta forma arropada por el futbol, que trasciende al terreno de juego y vende la idea de trabajar unos pocos años para vivir una jubilación anticipada bajo los focos de la fama adquirida.
El verdadero modelo deberían ser los científicos, investigadores, médicos, ingenieros, programadores y demás profesionales llamados a cambiar el mundo. Esos que sin cifras astronómicas en el banco van a cambiar las reglas y a expandir los límites de lo que conocíamos hasta ahora. Pero mientras los medios y plataformas de comunicación orbiten en torno a los “logros” de los deportistas, poco o nada avanzaremos en ese camino. La humanidad no ha evolucionado gracias a un 2-0 en un partido, o porque un tenista o un piloto hayan conquistado títulos. Ese circo sirve para entretener, pero lo hemos convertido en la anestesia por la que nos acomodamos en nuestras vidas.
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