Erase una vez…
Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que mucha gente tenía la costumbre de anotar lo más relevante que les ocurría cada día dentro de una gran libreta. Habitualmente eran agendas de generosas dimensiones, donde tan pronto se anotaba una cita médica, una reunión de trabajo, o lo más destacado de una charla informal con los amigos. Cualquier cosa era susceptible de formar parte de este particular diario personal.
Por supuesto las agendas laborales han existido siempre. Estaban destinadas principalmente a albergar datos del trabajo: contactos, citas, proyectos, etc. Aunque también podían tener algún que otro dato personal, las agendas siempre han estado muy ligadas a la productividad. Ya que eran (y siguen siendo) un lugar inmejorable para concentrar datos relevantes de consultar diaria.
La versión vitaminada de la agenda laboral era aquella que recopilaba datos personales hasta convertirla en un pequeño diario. Quienes optaban por darle un aire mas íntimo a estas libretas, anotaban lo acontecimientos más relevantes de la semana, ya fuera el tiempo que hacía, las comidas especiales que habían degustado o los encuentros destacados que habían tenido con los amigos. Todo se iba directo al papel y llenaba aquellas hojas de vivencias que no queríamos olvidar pasados los años. Una suerte de diario imperecedero que se acababa guardando en algún trastero, o en el rincón oculto de un armario secundario.
Del papel a la App.
Pero eso fue entonces, en otra época, la del papel y lo analógico. Ahora vivimos en un mundo mucho mas rápido y fugaz donde todo tiene fecha de caducidad en nuestra mente. Cierto es que el concepto de agenda sigue igual de vivo, o más, que entonces, eso no ha cambiado casi nada.
Lo que sí que ha cambiado mucho en las últimas décadas es el formato en el que están escritas. Si en los 80 y los 90 lo normal era tenerlas en formato físico, casi siempre encima de la mesa y bien a la vista para poder tirar de ellas con frecuencia. Ahora lo habitual es que sean digitales y no ocupen espacio, ni físico ni en nuestra mente. Las tenemos todos en la aplicación del móvil o la tablet, vienen ya pre instaladas y listas para que no nos cueste nada apuntar las citas y reuniones de turno. Son tan inmediatas como impersonales. El móvil lleva ahora nuestra vida al completo. La agenda de contactos, la de reuniones, la de eventos o citas, hasta el diario personal (que suele ser la cuenta de Instagram, Facebook o la red social que elijáis para subir vuestra vida social a la nube). El móvil es un auténtico todo en uno, pero sin embargo le falta algo.
¿Dónde está lo vital?
Una pregunta como esta tiene muy difícil respuesta en pleno siglo 21. Vivimos para el ya, para el ahora. Saltamos de una cosa a la siguiente con la misma velocidad con la que deslizamos el dedo por la pantalla del móvil. Nuestra vida parece una sucesión de citas en el calendario, pero nos hemos olvidado de dejar espacio para lo vital.
Y ¿qué es lo vital?. Pues aquí cada cual pondrá lo que quiera. Puede ser dar un paseo sin llevarnos la tecnología encima, offline de verdad. Puede ser leer bajo un silencio sepulcral, digno de una cripta eclesial. O puede ser escribir nuestros pensamientos en unas lineas, bolígrafo en mano, sobre una agenda reconvertida en diario. Lo vital es aquello que nos da vida y genere un eco en nuestra mente. ¿Dónde esta ahora mismo? es cuestión de cada uno encontrarlo. En el fondo todos sabemos dónde está, pero no tenemos tiempo “libre” que dedicar a estos asuntos.
Quizás ahora que empezamos un calendario, que vemos muchas páginas en blanco y que podemos resetear nuestra mente, seria un buen momento para priorizar hacia lo que nos pueda dejar huella con el paso del tiempo. Hace unos años escuche en directo a Victor Küppers una frase que me caló hondo por su sencillez y poder; “dejemos que lo mas importante sea lo más importante”.
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