Me encontrarás en las redes.
El siglo 21 estará siempre asociado a internet. Aunque este avance llegó a finales del siglo 20, en los 23 años que llevamos andados hemos visto cómo la sociedad se volcaba en cuerpo y alma hacia un mundo digital. No solo para trabajar, sino para comprar, entretenerse y también socializar.
Las redes sociales aparecieron como una estimulante forma de conocer gente nueva y reconectar con la del pasado. Los inicios de Facebook eran tan naif como excitantes, la idea primigenia de las redes sociales era loable y atrayente. Pero en menos de 10 años se han convertido en una vía de escape de la realidad que nos acecha, ese lugar al que muchos van a verter bilis y desgastar al personal. Un autentico campo de minas en donde tienes que pisar con cuidado para que no te estalle una polémica encima. Por supuesto no todas las redes sociales son así, pero las más grandes albergan toda la polarización posible de nuestra sociedad. Amor y odio en un pantallazo.
La actual tarjeta de presentación de muchas personas sigue siendo su perfil en Facebook, Twitter, Instagram o TikTok. De ahí podemos sacar muchísima información superflua y alguna mas profunda para hacernos una imagen mental de cómo es esa persona. Lo más fácil para averiguar quién es alguien, a qué se dedica, donde veranea o qué tipo de humor se gasta es navegar por sus perfiles en estas redes sociales. Con un vistazo rápido sacaremos nuestras propias conclusiones para decidir donde encajaremos su perfil en nuestro cajón mental.
Estar en todas partes y en ninguna a la vez.
Tengo perfil, o al menos lo he tenido, en casi todas las redes sociales que existen. Probar las he probado todas, porque en un momento u otro me ha picado la curiosidad, y porque pocas cosas le gustan más a un amante de la tecnología que trastear con productos o servicios digitales, ya sean estos la última novedad o algo de lo que la gente no para de hablar.
La experiencia me ha demostrado que cada red social tiene sus normas, su código de conducta y requiere de un acercamiento personalizado para disfrutar la experiencia de moverte dentro. Y poco a poco he ido viendo los pros y los contras de exponer mis datos y mi vida personal al ojo público. Algunas cosas se detectan rápidamente, lo que te permite cerrar la puerta desde fuera nada mas entrar. Pero para ver otras hace falta la ayuda externa de alguien que, desde fuera, te diga cómo se te ve. Es algo así como cuando nos ponemos un traje y nos miramos en el espejo, nuestra imagen no tiene por qué ser como la que perciben los demás. Y la verdad es que ciertos trajes es mejor no probárselos, pero hasta que alguien no nos abre los ojos no lo vemos claro.
Estar en todas partes, con perfiles en todas las redes sociales, requiere mucho tiempo y esfuerzo, al menos para hacerlo bien. Hay que publicar contenido original, propio y de calidad. Tienes que trabajar tu perfil con cuidado, de forma acorde a lo que esa red requiere. También podemos tener perfiles en todas las redes pero que estén inactivos, solo que el vacío también nos representa y corremos el riesgo de no estar en ningún sitio, o dejar una mala imagen que afecte a nuestra marca personal. La marca es esa huella que dejamos en la red cada vez que publicamos algo en nombre propio.
Elige bien tus batallas.
El número de redes sociales que pueblan internet es cercano al infinito. Cada poco tiempo surge una nueva propuesta que quiere ser la alternativa a alguna de las grandes y mayoritarias. Sin ir mas lejos este 2023 he entrado en 4 nuevas: Mastodon, Post, Bluesky y Sparkly, pero estoy seguro de que me daré de alta en otras tantas de aquí a las campanadas. ¡ Esto es un no parar oiga !
Aunque sé que al final me daré de baja de muchas de ellas, por no decir de todas, no puedo evitar entrar, fisgar, probar y analizar lo que ofrecen. Algunas veces te llevas sorpresas muy agradables, como cuando en 2021 me dio muy fuerte con Clubhouse y el nuevo Social Audio. Y otras tan solo confirmas lo que ya intuías, que aunque la idea era buena el resultado es decepcionante. Aquí la culpa es tanto de quienes crean las redes como de lo que hacemos con ellas.
Lo cual me lleva a la siguiente conclusión: hay que elegir bien las batallas que uno quiere librar. Por más que me guste tener presencia en muchas partes, si quiero que mis interacciones sean relevantes tengo que escoger donde quiero gastar mis energías, porque esto, repito, desgasta. Que una cosa es probar una nueva red social, y otra muy distinta invertir todo el tiempo libre en ella.
Lecciones del ayer.
Como siempre, el pasado juega un papel importante en nuestro presente. Cuando éramos analógicos las relaciones sociales venían del trato directo con las personas. Cuando añadías a alguien a tu lista de contactos era porque tenías el número de teléfono de su casa o trabajo y porque habías entablado un cierto nivel de amistad o cordialidad que validaba la presencia de su número en tu agenda.
¿Éramos antes menos sociables?. No. ¿Nos divertíamos menos o éramos menos felices?. Yo creo que tampoco. Simplemente vivíamos en un mundo mas pequeño donde nuestro ecosistema tenía el equilibrio propio de nuestra vida, teníamos el control de la situación.
Ahora dependemos tanto de lo digital para comunicarnos que hemos dejado que ese equilibrio dependa (en cierta medida) de gente ajena que no nos conoce, pero sí nos sigue. Nosotros mismos hemos elegido aceptar a esos extraños en nuestra vida. De nosotros depende que dejen de serlo para poder considerarlos amigos de verdad.
Yo estoy en ese camino de intentar conocer mejor a quién sigo y de entender por qué otros me siguen. Lo que tengo claro es que seguiré siendo fiel a la premisa de ofrecer una imagen lo más realista posible de quién soy, a través de lo que comparto en las redes. Mientras seguiré jugando a este curioso juego de la oca, saltando de red en red, y es que la cabra tira al monte.
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