De la enciclopedia a Google a Bing.
Ayer no buscabas información como hoy, ni hoy como lo harás mañana.
El saber sí ocupa lugar.
Los jóvenes no lo han vivido y muchos mayores ya no se acuerdan, pero hubo un tiempo (no tan lejano) donde el conocimiento del hogar estaba ubicado en un lugar preferente en la biblioteca de la casa. Sí, también había bibliotecas en prácticamente todas las casas del país, ahí era donde colocábamos novelas, biblias, libros varios y todo tipo de tomos de sabiduría.
Quienes ya peinamos canas acabamos creando bibliotecas propias en nuestras casas cuando tuvimos edad para emanciparnos. Una sana tradición heredada que refleja el tiempo, dinero y cariño que le dedicamos a la lectura, pero esa es historia para otro día. Hoy me quiero centrar en del hueco que dejaron las enciclopedias en nuestras bibliotecas cuando apareció internet. Ese pozo de sabiduría infinito al que vamos a beber cada vez que queremos descubrir algo, conocerlo mejor o simplemente confirmar nuestras sospechas.
Los tomos que iban de la A a la Z y que venían a recoger el saber del mundo condensado a mas no poder, ahora son las páginas web que el todopoderoso Google nos muestra cuando buscamos información. Con la llegada de internet cambiaron muchas cosas, y una fundamental fue la forma en la que obtenemos datos que damos por válidos y veraces. “Si esta en la red será que es cierto” se ha convertido en un mantra que nos repetimos una y otra vez para sentir que lo que se nos muestra ha sido confirmado por gente mas sabia que nosotros.
Esto ha creado un problema paralelo, del que también hablaré al detalle en otra ocasión; hemos perdido gran parte de nuestro poder de autocrítica al confiar a internet la fuente de nuestra información sin cuestionar su procedencia.
Google, la navaja suiza de la red.
El símil que me viene a la mente es el de aquellas navajas suizas tan usadas en los 80 cuando salías de excursión por el campo. Esas con las que tan pronto abrías una lata de conservas, como cortabas el pan o descorchabas una botella de vino. Algo parecido ocurre con Google hoy en día, sirve para un roto y un descosido. ¿Que no sabes donde está la tienda de turno?, lo buscas allí. ¿Que te sale una mancha extraña y quieres despejar dudas?, consultas allí. ¿Que no te acuerdas en qué película salía ese actor que viste en la peli de ayer?, indagas allí. Google es enciclopedia, doctor y páginas amarillas entre otras muchas cosas.
Y es que todos usamos internet para obtener respuestas. Es lo más fácil y lógico en el mundo en el que vivimos. Google resuelve problemas a base de links a páginas web. El famoso buscador se ha convertido en el eje central sobre el que orbita gran parte de nuestro tráfico en la red. Lo habitual es pasar por su aro para llegar al lugar en el que finalmente obtendremos la respuesta, esa web que nos sacará de dudas. Hemos estado así casi 20 años y el modelo ha funcionado muy bien (sobre todo para ellos), pero parece que hemos llegado a un giro inesperado de la historia.
Bing y Bard están a punto de cambiarlo todo.
La omnipresente inteligencia artificial, esa de la que tanto oímos hablar y que ya empieza a saturar las conversaciones, esta llamada a cambiar el paradigma de las búsquedas en internet, o mejor dicho de cómo recibimos las respuestas a nuestras preguntas.
Microsoft fue el referente en el mundo tecnológico durante décadas gracias a Windows y su navegador Internet Explorer. El software con el que pudimos abrir una ventana a un mundo digital que se expandía a la velocidad del Big Bang. Sin embargo Microsoft se durmió en los laureles a principios de siglo en varios mercados emergentes, como el de los buscadores o los móviles, mientras empresas como Google o Apple les adelantaban por la derecha.
En el caso de su buscador, Bing, su relevancia acabó siendo casi nula y su presencia testimonial, de su navegador mejor ni hablamos. Conscientes de ello decidieron cambiar de rumbo de manera casi radical y centrar sus esfuerzos en liderar un campo abierto al progreso. Hace tiempo apostaron por la computación en la nube y la inteligencia artificial, sí, esa que ahora copa titulares y en la que ellos han estado durante años trabajando prácticamente en una sombra mediática.
El resultado lo estamos viendo ahora de forma clara cuando han presentado a bombo y platillo sus armas para desbancar a Google como el rey indiscutible de la red. Al incluir la inteligencia artificial de ChatGPT a su buscador Bing están cambiando, y puede que para siempre, la forma en la que obtenemos información. Hasta ahora entrabas en internet, tecleabas algo en Google y recibías un montón de links a los lugares que albergaban las respuestas a tu pregunta. Lo que propone Microsoft es darnos las respuestas directamente, sin pasar por páginas web de terceros, todo dentro de una conversación natural que se adapta a nuestro ritmo y forma de expresarnos.
Esto es un jaque en toda regla, aunque de momento no es mate ya que Google no ha dicho su última palabra. La semana pasada dentro de la presentación de la Google I/O han contraatacado explicando las mejoras de Bard, su generador de respuestas de lenguaje natural que busca fusionar la experiencia de Google con la IA. La idea es la misma que el combo Bing+ChatGPT, tener una experiencia integral que nos lleve a otro nivel a la hora de interactuar en la red para obtener información. El problema, esto se carga de raíz el modelo de negocio de Google: la publicidad.
¿Hacia dónde vamos?
La pregunta del millón para la que nunca hay una respuesta clara. Probablemente todo siga igual un tiempo, hasta que cambie por completo para siempre. Lo que esta claro es que la evolución es cambio, y eso conlleva deshacerse de lo habitual para abrazar lo nuevo. Tras haber probado lo que la IA dentro de un buscador como Bing puedo ofrecer, no tengo miedo a afirmar que no hay vuelta atrás. Estamos en un camino sin retorno hacia un nuevo modelo de interacción con la tecnología, esto es algo inminente.
Solo queda saber cuándo y con quién daremos los siguientes pasos, ya que el cómo y el por qué han quedado resueltos en los últimos meses. La ventaja para el usuario es total y aun no somos capaces de calibrar en su justa medida el salto que vamos a experimentar. Tendrán que pasar un par de décadas para que podamos mirar atrás y hablar de estos años como el punto en el que todo volvió a cambiar para siempre.
Si te ha gustado esta Newsletter y crees que a alguien más le podría interesar, aquí tienes una forma de compartirla.