La semana que viene más.
En la televisión convencional de los años 80 y 90 cuando encendíamos la televisión para ver nuestra serie favorita sabíamos el tiempo que íbamos a invertir. En esa época los episodios duraban 1 hora, casi de reloj, porque el metraje duraba entre 40 y 45 minutos, que con los consabidos cortes publicitarios subían hasta esa mítica hora.
Daba igual si era la telenovela de media tarde (algunos recordareis el furor de series como Dinastía, Falcon Crest o Remington Steel), o si se trataba de ficciones juveniles para toda la familia (como las míticas El Equipo-A, McGiver o El Coche Fantástico), todas duraban 1 hora, y veíamos 1 episodio por semana. Después de eso tocaba esperar para ver por donde evolucionaba la trama (en el caso de los culebrones) o qué nuevas aventuras correrían los héroes de la tele.
Esto se mantuvo así durante décadas, era el estándar de la industria. Un episodio por semana y una temporada que rondaba los 24 episodios. Eso nos mantenía atados al canal que emitía la serie y era el gancho recurrente para los anunciantes. En España algunas de estas series llegaron con años de retraso durante la década de los 80 y eso propició que se emitieran de forma diaria, cuál telenovela latinoamericana, en horario de tarde para atrapar a la audiencia. Y vaya si lo hizo.
El caso es que el sistema se basaba en generar la necesidad de saber qué iba a ocurrir y obligar al espectador a seguir las normas del canal y esperar un día y hora concretos para seguir el desenlace de la trama. Aquí el control lo tenían los medios de comunicación, tanto las televisiones como las productoras, que aplicaban sus normas en pos del beneficio que generaba la publicidad que nos tragábamos.
Cambio de papeles, cambio de paradigma.
Pero la era del streaming ha llegado para hacer cambios radicales a una industria, la del entretenimiento televisivo, que llevaba demasiadas décadas inmóvil.
Cuando apareció la televisión por cable y el espectador pasó a pagar por un servicio (mas o menos) a la carta, ya vimos que había otra forma de hacer las cosas mas ventajosa para el que manejaba el mando de la tele. El cable ofrecía un rango de canales nunca visto, una oferta audiovisual inabarcable y poco a poco dio el control al usuario para que grabara y viera su serie favorita a su gusto. En ese momento la publicidad ya no era el motor de la televisión, lo eran las suscripciones y el pago obligado a una tarifa.
Pero la llegada de internet a las masas y la mejora sustancial de la calidad de las comunicaciones volvió a cambiar las cosas. Cuando la red pudo distribuir contenidos online sin merma en la calidad de la imagen fue cuando el streaming hizo acto de aparición. Los primeros en golpear (Netflix) se hicieron rápidamente un hueco. Llegaba el verdadero cambio de paradigma al sector.
Control era esto.
El verdadero control de la situación no era tener un video VHS y grabar el episodio de la televisión para verlo sin anuncios. Tampoco era tener un descodificador con un disco duro que grabara por nosotros nuestra serie favorita para verla a demanda. El autentico control es decidir en 3 clicks poder ver miles de horas de cualquier tipo de series sin necesidad de hacer nada mas.
Con tan solo un dongle HDMI (un dispositivo multimedia que se conecta a nuestra televisión y que ocupa poco mas que una memoria USB) podemos acceder a toda las plataformas de streaming del mercado. Eso si nuestra televisión no es lo suficientemente inteligente como para disponer de una tienda donde descargar las aplicaciones para ver los contenidos, porque desde hace 5 o 6 años todas ofrecen esta opción sin necesidad de comprar nada extra.
El control ahora significa pagar por lo que quieres ver y el tiempo que uno quiera, ya que todas las plataformas permiten darse de baja de un mes para el siguiente. Aunque la industria del streaming de video esta en pleno cambio y busca nuevos modelos que aumenten su rentabilidad, lo que ya nos han dado será difícil que nos lo quiten: control total de la situación.
Los maratones no son solo para atletas.
Yo no sería capaz de correr los 50 kilómetros de una maratón, pero reconozco que he hecho unos cuantos maratones en mi vida, los televisivos. Hoy en día maratonear también es sentarse delante de la televisión, acomodarse bien en el sofá y tragarse de una sentada unos cuantos episodios de una serie. Algo que empresas como Netflix han sabido explotar en beneficio propio para aumentar exponencialmente su fama.
Cuando hay una ficción que te tiene atrapado y que deseas seguir viendo, pocas cosas nos gustan mas como que estrenen toda una temporada del tirón. Se acabo esperar semana a semana para ver un nuevo episodio, de repente tenemos toda la historia al descubierto para saciar nuestra curiosidad. Ya no hay un canal que dicte cuánto tiempo podré ver hoy mi serie favorita. Ni siquiera las empresas de streaming tienen control de cuándo dejaremos de ver la tele. Ahora el enemigo es el sueño, que nos acabará empujando a la cama aun cuando queramos seguir devorando episodios.
Pero también hay una contrapartida a este empacho. Si no sabemos dosificar bien la dosis tendremos la consiguiente indigestión narrativa. Una en la que llegamos a mezclar todo en nuestro interior debido a tragar a bocados sin llegar a paladear.
Todo lo bueno de la vida se disfruta mas saboreando el momento, de ahí que fuera tan poderosa la espera de antaño entre episodio y episodio. Visto con perspectiva requería mucho esfuerzo sintonizar un canal a una hora concreta y esperar pacientemente en cada parón publicitario para ver 40 minutos de trama, pero esa paciencia daba sus frutos y generaba un engagement (anglicismo de compromiso) que ya lo quisiera muchas plataformas de streaming.
Un maratón televisivo puede llegar a producir rechazo hacia la serie en cuestión por sobredosis de estímulos, y aun así yo celebro tener la posibilidad en nuestras manos. Ahora la cuestión en aprender a controlar nuestro tiempo con nuestras propias normas. Quizás un día deje un episodio a medias y al siguiente vea 3 seguidos. Quizás espere durante años a que la serie este disponible al completo para luego no esperar meses entre temporada y temporada. El caso es que las normas las pongo yo con lo que me ofrecen, y eso bien vale el precio de la suscripción.
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